miércoles, 30 de junio de 2010

Un camino diferente para transitar el dolor

Hay personas que pueden salir de situaciones difíciles y traumáticas y construirse una vida mejor. Que, de hecho, son esos traumas los que les llevan a superarse a sí mismos. Esta capacidad se llama Resiliencia.

Resiliencia, es un término acuñado en el seno de la Física y se utiliza en la Ingeniería empleándose para designar a los materiales que tienen la capacidad de volver a su estado original luego de someterlos a una presión deformadora.

En Psicología, este término se utiliza para definir la capacidad de los sujetos de construir en la adversidad y sobrevivir a la misma. Existen varias definiciones, pero todas están orientadas a caracterizar a aquellas personas que se desarrollan de manera sana, en situaciones insanas, y que terminan siendo transformadas por ellas luego de superarlas.

Entonces, un sujeto resiliente es aquel que:

Posee atributos personales que le permiten dar respuestas adaptativas, interactuando con el entorno de manera positiva: Autoestima consistente, independencia, capacidad de relacionarse, sentido del humor, moralidad, creatividad, iniciativa y capacidad de pensamiento crítico.
Recibe apoyo de la familia y de la comunidad: afectos y solidaridad.
Ha sufrido una herida traumática: El trauma puede ser un punto de llegada en cuanto a generar una fuerte y útil estructura defensiva.

La resiliencia puede ser desarrollada o aprendida. Se pueden señalar como caminos:
Reconocer los problemas y limitaciones que hay que enfrentar.
Comunicar abierta y claramente acerca de ellos.
Registrar los recursos personales y colectivos existentes.
Organizar y reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y evaluando los logros y las pérdidas.

Para esto es necesario que, en las relaciones entre los componentes del grupo familiar, se produzcan las siguientes prácticas:
Actitudes demostrativas de apoyos emocionales (relaciones de confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas).
Conversaciones en las que se compartan lógicas (por ejemplo, acuerdos sobre premios y castigos).
Conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un sentido dignificador para sus protagonistas.

Las estrategias familiares para estimular la resiliencia pueden ser enumeradas de la siguiente manera:

1. Ser un modelo de esfuerzo y optimismo para el niño.
2. Identificar las fortalezas y debilidades de las familias para enfrentar los desafíos de la vida.
3. Que exista un clima familiar afectuoso, cálido, emocionalmente apoyado, con límites y estructura claros y razonables.
4. Estimular y fomentar la expresión del interés y amor dentro del grupo familiar, ya que éste comportamiento favorece el conocimiento de las personas y permite detectar diferentes vivencias en las que se puede intervenir para favorecer la resiliencia de cada individuo.
5. Fomentar la participación activa de cada uno de los integrantes en los quehaceres familiares.
6. Estimular y modelar la capacidad de escucha y aprendizaje frente a las circunstancias que la vida pone ante nosotros.
7. Demostrar y fomentar la confianza en cada uno de los miembros de la familia, en sus capacidades de enfrentar crisis o problemas y salir adelante.
8. En situaciones de estrés familiar reflexionar acerca de diferentes soluciones, escuchar la opinión de todos, independientemente de la edad.

Fuente: Instituto de profesorado Pablo VI